En las primeras civilizaciones como la babilonia y la egipcia, la Física estaba incluida en el trabajo de los sacerdotes, que dominaban en ciertos aspectos de la óptica y de la astrología, a la que dotaban un significado mitológico.
El comportamiento de la naturaleza se atribuía a las voluntades imprevisibles de los Dioses.
El panorama empezó a cambiar gracias a los pensadores griegos más tardíos.
El primero en afrontar este empeño fue Tales de Mileto quien en el año 585 a.C predijo un eclipse. Además, describió las propiedades magnéticas naturales de la magnetita.
Los primeros fundamentos de la lógica sistemática se deben a Aristóteles (s.IV a.C). En esta obra destaca el concepto de movimiento, que se enmarca en la idea de la existencia de dos mundos, el celeste, compuesto por éter invariable, y el terrestre, en el que se dan los movimientos naturales violentos. El movimiento era consecuencia de un “motor”. Las ideas aristotélicas permanecieron aceptadas y vigentes hasta el siglo XIV.
Por su parte, Arquímedes (s.III.a.C) fue el creador de la estática de los cuerpos sólidos, de la ley de la palanca, y de la hidrostática, en la que destaca el famoso “principio de Arquímedes”.
Otro campo muy cultivado fue la astrología, en el que sorprende descubrir teorías tan acertadas como la del giro de nuestro planeta en torno al Sol (Aristarco), la rotación de la Tierra sobre su propie eje (Heráclides), el cálculo de las dimensiones de la Tierra (Eratóstenes), etc.
En cuanto a la óptica desarrollaron varias teorías sobre la luz. Conocieron su propagación rectilínea y enunciaron las leyes de la reflexión (Euclides) y de la refracción (Cleomedes).
En el siglo II a.C., Ptolomeo aportó descubrimientos en óptica y astrología, siendo el último de los grandes de la ciencia griega.